Reto Módulo 1. ¿De qué hablamos cuando hablamos de igualdad de género?

Para realizar el Reto del Módulo 1 he analizado datos del Instituto de la Mujer, concretamente los referentes a las solicitudes de excedencias por cuidado de hijas/os según comunidad autónoma. He decidido tratar este tema ya que yo mismo me encuentro disfrutando de una excedencia de este tipo. Aunque los datos entre Comunidades Autónomas son similares, he decidido tomar como punto de referencia Galicia al ser mi lugar de residencia.

Los datos más recientes, correspondientes al año 2023, indican que, en Galicia, de 958 excedencias para el cuidado de una hija o un hijo registradas por alguno de los dos progenitores, solo 129 hombres han solicitado el inicio de su disfrute. Por lo tanto, en un 86,5 % de los casos son las madres las que se acogen a esta figura de apoyo a la conciliación. Como se comentó anteriormente, los datos son similares en el resto de las comunidades autónomas del estado, fluctuando entre el 93,8 % registrado en Ceuta y el 78,2 % de Canarias. Por lo tanto, se podría decir que, en España, de 10 progenitores que solicitan este tipo de excedencia, entre 8 y 9 son madres.

Los datos empíricos son un reflejo muy claro de las desigualdades de género arraigadas en nuestra sociedad y evidencian una escandalosa y desproporcionada diferencia en el porcentaje de mujeres con respecto al de hombres que deciden tomarse un paréntesis en su carrera profesional, para centrarse en el cuidado de sus hijos o hijas. Aunque pueda parecer un simple dato estadístico, es una manifestación de una estructura social que perpetúa roles de género tradicionales, donde las mujeres son vistas como las cuidadoras primarias.

La socialización diferencial de niñas y niños comienza desde una edad temprana, inculcando en cada uno de ellos expectativas y comportamientos que se asocian con su género. Las niñas suelen recibir mensajes que las animan a ser más empáticas, cuidadoras y responsables, mientras que a los niños se les fomenta la independencia y la ambición. Estos mensajes pueden venir de la propia familia o el entorno cercano, pero también de estructuras más amplias como la publicidad y los medios de comunicación. La división de roles se ejemplifica en el clásico ejemplo de los juguetes de niña o de niño. Esta diferenciación se traduce en una visión del mundo laboral que perpetúa la idea de que las mujeres deben asumir la carga del cuidado, incluso cuando ambos padres están igualmente capacitados y deseosos de participar.

Como consecuencia de que son muchas más madres las que se centran en el cuidado infantil, son ellas las que más sufren una interrupción o ralentización de su carrera profesional, fomentando fenómenos como la brecha de género o el techo de cristal. Además, hace que aumente la percepción social de que el cuidado infantil es una tarea femenina y, por tanto, se corre el riesgo de retroalimentar la problemática.

Para abordar estas desigualdades, creo que es fundamental implementar estrategias que promuevan un cambio cultural. Particularmente, la educación juega un papel fundamental en este proceso. Desde la infancia, es vital enseñar tanto a niñas como a niños sobre la importancia de compartir las responsabilidades del hogar y el cuidado de los hijos.

Así mismo, creo que se podrían fomentar desde las instituciones medidas para mejorar las condiciones y derechos relacionados con las excedencias, similar a los beneficios que tienen los empleados públicos, como el mantenimiento de derechos de antigüedad y cotización durante el periodo de excedencia. Extender estas medidas al sector privado creo que podría llevar a resultados esperanzadores.

 

 

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